lunes, 27 de julio de 2009

Prólogo

Hay muchísima gente, sobre todo en está última década, que se pasa la vida a dieta. Bastantes llegan a casos extremos como las temidas anorexia y bulimia, trastornos alimentarios realmente serios y al parecer, muy poco superables.

Las revistas de moda, a través de esas mujeres delgadas como palillos y con pieles de porcelana, inducen a la anorexia, es realmente penoso el abismo que existe entre las personas reales y esas bellezas extraterrenales que se aportan en las portadas de las revistas, y que a pesar de que los psicólogos, psiquiatras y entendidos en el tema, hacen un llamado a aceptarse como uno es y reconocer que sólo el 3% de las mujeres llega a ser como estas muñecas de catálogo, y que por más que nos pongamos a dieta, jamás lo lograremos, y por tanto, viviremos con una sensación de frustración permanente; aunque todos estos llamados de alerta sean ciertos y hay quienes pisan en terreno firme y real y asumen su condición, de amarse tal cual son, cuando llegas a una tienda, la discriminación se hace patente y tira por la borda todo esfuerzo de satisfacción personal, por ejemplo, cuando vas a comprar ropa y tienen sólo hasta la talla 44, como si esa talla equivaliera a una XXXL, y te dicen que no hacen más grandes, porque quizás, y debe ser así, piensan que su marca se verá desprestigiada si la luce gentes más ancha, jaja. Siempre he pensado que ese posibilidad es muy muy real.

El bombardeo de imágenes de mujeres delgadas, y lo más terrible de todo, que gente normal –físicamente hablando, de cuerpos no perfectos y tallas muy normales, entre 40 a 44– alabe a las mujeres esqueléticas e incentive el círculo enfermizo, donde cada día caen más y más, y reconozca como una virtud ser una mujer enferma que coma sólo lechuga, pollo cocido –sin cuero, obvio– y manzana, es un desquiciamiento colectivo en que es muy difícil quedarse al margen.

Reconozco que me gustaría adelgazar, pero mi cuerpo con menos curvas, esa es la idea… no ser un palo sin nada de nada. Es importante querer nuestro cuerpo y quizás modificarlo, pero no esperar tener el de otra persona, eso nos mantendrá infelices eternamente y reconocerlo, es fundamental, aunque duela, nos renegemos e insultemos a nuestros genes por ser de tal o cual modo.

También existen personas –mayoritariamente mujeres– que no están enfermas y jamás llegan a tener algún diagnóstico médico o psicológico declarado tan grave como las temidas anorexia y bulimia, sin embargo, luchan constantemente contra los kilos, y finalmente, contra ellas mismas. No están declaradas enfermas y tampoco caen en clínicas internadas a punto de morir por inanición. Dentro de esas mujeres creo que estoy yo y mi diagnóstico más lapidario ha sido trastornos alimentarios, ¿Qué es eso? No es tan grave como las dos enfermedades tan conocidas que nos llevan a la muerte, pero la relación con la comida es extraña, es compleja, es de completa lucha a diario, sin embargo, ni siquiera logro adelgazar, sólo en ocasiones me pongo las pilas, a full ejercicio y dieta, pero cada día me cuesta más, creo que es porque me acepto más como soy.

He conversado con una amiga, que también siempre ha sufrido del mismo problema, y creemos que con los años –ella tiene 31 y yo 28– sufrimos ahora de una especie de autodenominada inanorexia, término inventado por nosotras y que significa algo así como lo contrario a la anorexia, es decir, nos miramos al espejo y nos encontramos regias, claro que nos sobra un poquito, pero igual nos vemos bien, jaja.

Sin embargo, a pesar de que ahora creo estar en un punto, irónicamente, más light en la vida respecto a este tema, y ya no me atormenta, tanto, el asunto de bajar de peso, la última vez que hablé con la psiquiatra me dijo “¿Tú te levantas todos los días y piensas de qué color es tu pelo o cómo estás peinada?”, mi respuesta fue no, y continuó, “entonces ¿Por qué cada día que te levantas piensas en que quieres bajar de peso?”, en realidad es así, cada mañana despierto y lo primero que pienso es si mi cuerpo está más grande o no, si la cara me amaneció más hinchada o no, y lo peor, después de los fines de semana, cuando sé que he comido más, es una tortura ¡Qué atroz! Ahí baja toda la ira, la impotencia y no me soporto ni yo misma, hasta que poco a poco me empiezo a calmar y vuelvo a intentar vivir la vida en paz, agradeciendo a Dios sólo por estar viva. Surge entonces una nueva oportunidad, al menos en mi mente.

No es menor hacer dieta desde los siete años, es una vida de todo tipo de regimenes, doctores y psicólogos, en varias ocasiones he estado flaca -aunque siempre anhelo poder ser un poquito más delgada-, y después engordo ¡Buuuu, qué fastidio! Sin embargo, aún tengo esperanzas y día a día lo seguiré intentando, aunque cueste un montón. Por esta razón nació "Proyecto light", una vida llena de anécdotas respecto a la dieta, los altos y bajos, los momentos de humor y los minutos tristes, una manera de vida, que al parecer, se debe asumir como tal...